10 cosas que he aprendido leyéndole cuentos a mi hija

Bueno, pues aquí está otra vez Clara en su versión “loca de los cuentos”. Y es que es así, desde que soy madre y he descubierto lo maravillosos que son los cuentos infantiles me he vuelto una adicta, voy por las ciudades buscando librerías infantiles y siempre tengo mi lista de cuentos pendientes. 

En fin, que me encantan. Y como a veces por Instagram me habéis escrito algunas preguntándome cómo cuento este u otro cuento, he pensado escribir algo donde recopile qué he aprendido en este tiempo contándolos y que dé algunos consejillos sobre cómo leerlos. Recuerda que en este post hablé de mis cuentos favoritos para la etapa de cero a seis meses,  en este para la etapa de seis a 12 meses y en este de mis favoritos para los dos años. 

Algunos de #loscuentosdevera. Las reseñas están en Instagram
Allá vamos:

1- Nunca es demasiado pronto para empezar. Esto es así. A Vera le leyeron su primer cuento (sí, no fui yo) cuando aún no había cumplido los tres meses de vida. Le faltaba muy poquito, pero aún no los tenía. Y fue al ver su cara de embobada, de sorpresa y de fascinación cuando me enamoré por completo de esa sensación, y desde entonces hasta ahora no he parado de leérselos, y espero no parar en mucho tiempo. Yo no sabía que tenía sentido contarle cuentos a un bebé tan pequeño, y vaya si lo tiene. Y, desde luego, si alguna vez tengo otro hijo le empezaré a contar cuentos incluso antes que a Vera. Que, por cierto,  cuando voy a las librerías esto es algo que echo mucho de menos: diría que no se “cree” en que a los bebés bebés se les lean cuentos, y cuando hablan de cuentos para bebés hablan de igual niños de a partir del año. Pues yo os digo que con cuatro, cinco o seis meses, a tu bebé pueden enamorarle los cuentos. Y al mismo tiempo que os digo que nunca es demasiado pronto, también os digo que nunca es tarde: aunque el hábito de la lectura es algo que se crea desde muy pequeñitos, si tú coges a un niño de cinco o seis años que igual no lee mucho, pero le cuentas un cuento que le interese de una forma chula, le va a gustar, y a lo mejor es él el que luego vuelve a pedirte otro.

2- Créetelo. Y esto enlaza con lo que acabo de decir. A Vera no le gustan los cuentos por generación espontánea. A Vera le gustan los cuentos porque yo los vivo, y mucho. Porque cuando le estoy contando un cuento “lo doy todo”, y pongo caras, y exagero, y hago gestos, y canto, y bailo, y susurro, y grito, y hago mímica... y es este entusiasmo el que se le contagia a ella y lo que hace que también le gusten tanto. Si a mí me hubiera dado, no sé, por las marionetas, y todos los días hubiera jugado con ella con unas marionetas chulísimas haciendo unas historias geniales y creyéndomelo a tope, probablemente lo que le encantarían serían las marionetas. Al final, como dice André Stren en esta charla tan interesante que os recomiendo muchísimo ver -y aquí ya me estoy yendo un poco por la tangente, pero bueno- del entusiasmo surgen cosas increíbles, y a mí los cuentos infantiles me entusiasman como pocas cosas me habían entusiasmado antes. 

Mis animalitos, de Combel

3- Trabajan la expresión corporal. Aunque esto ya queda redundante con todo lo que acabo de decir, al contar cuentos, especialmente a bebés, estamos también ayudándoles a que tomen conciencia de su cuerpo, porque hacemos gestos, ponemos caras con expresiones muy exageradas, bailamos y nos movemos, y ellos lo imitan. Y conocer su cuerpo, saber moverse y activarse es muy importante, porque los bebés no nacen con conciencia de su cuerpo. Puede parecer una tontería, pero los bebés al principio no saben, por ejemplo, que tienen piernas. Tienen que descubrirlas, y ahí pueden estar los cuentos para ayudarles a hacerlo.

4- Estimulan la memoria. Esto es algo que he ido notando cada vez más con Vera, y además muchísimo. Vera se sabe todos sus cuentos prácticamente de memoria, y enseguida se adelanta a lo que va a salir en la página siguiente, o me pide que nos vayamos a una página donde hay algo que le gusta mucho. No me he molestado en buscar ningún estudio científico que pruebe que lo que voy a decir es verdad -básicamente porque estoy segura de que los hay-, pero sin haberlo hecho me atrevo a afirmar que leerle cuentos a tu hijo hace que su memoria se agudice, se active y se ponga en marcha. Y, como decía, esto lo he ido notando cada vez más: al principio le leía los cuentos a Vera y notaba como necesitaba varios días para que "se lo supiera", esto es, que fuera capaz de imitar los gestos que hago en cada página y cosas así. Ahora, con un año y dos meses, le leo un cuento dos veces y a la tercera ya se sabe la mayoría de los gestos e incluso algunas palabras.

Imagine, de Flamboyant

5- Potencian el lenguaje. Otra cosa que estoy segura de que está demostrada. Muchas de las palabras que dice Vera -la verdad es que para su edad habla bastante- han salido de los cuentos. Vera dice -o como mínimo, reconoce y entiende- palabras, algunas en inglés, que estoy segura de que si no hubieran aparecido en sus cuentos no formarían parte de su bagaje lingüístico, porque no son palabras que formen parte de "la vida de un bebé" ni que nosotros digamos normalmente en el día a día, fuera del contexto de los cuentos.

6- Y la motricidad fina: es posible que este sea uno de los beneficios que pasan más desapercibidos, pero, para mí, no es despreciable. Los cuentos ponen en marcha la motricidad fina, algo muy importante para los bebés por todas las destrezas que en el futuro dependerán de ella. Y es que, cuando un niño tiene un cuento en sus manos, sus manos están trabajando. Desde algo tan sencillo como pasar las páginas -que de sencillo no tiene nada- hasta acertar a tocar el elemento sensorial concreto de una página, a levantar correctamente la solapa que destapa un personaje o a saber accionar un mecanismo móvil... son cosas que no surgen de un día para otro, sino que son producto de un aprendizaje que al niño le servirá en muchos ámbitos de su vida.

That's not my unicorn! de Usborne

7- Favorecen la concentración. A veces, con los bebés da la sensación de que no son capaces de estar cinco minutos haciendo la misma cosa (y es que, al principio, no son capaces, porque su capacidad de atención es muy limitada). Parece que van de aquí para allá tocando esto y lo otro, pero raramente se sientan tranquilamente a jugar un rato a una cosa. Con los cuentos, podemos ayudarles a conseguir esto. Nos sentamos, nos metemos en la historia y nos concentramos en ella, le ayudamos a que la sigan y a que se centren en ese momento, en ese cuento, en lo que estamos haciendo ahora y que tiene una duración determinada.

8- Y la paciencia. Esto es algo que está relacionado con el punto anterior, y es otra cosa que yo he notado con Vera. Los niños necesitan como una respuesta inmediata al estímulo que te están pidiendo, y hay veces, que no, mira, la cosa no puede ser tan inmediata, y hay que esperar. Y me he dado cuenta de que algunos cuentos ayudan en este sentido. Con su cuento de "Los instrumentos del mundo", por ejemplo, el que le das a un botón y suena la música, ella le da a uno, está así como bailando un poco y ya enseguida quiere ir a la siguiente página y que suene otro instrumento. Pero ah, amiga, hasta que no acaba uno no empieza el otro, así que hay que esperar. Lo mismo pasa en algunos cuentos en los que claramente ella tiene su "parte favorita" y enseguida quiere saltarse lo demás y que vayamos a esa página: pues no, hay que esperar. Le pasa mucho con la canción que ideé (y que me volví muy loca y subí a los Stories de Instagram, por si tenéis curiosidad) para contarle "Rojo", de Combel: a ella le encanta cuando sale le mariquita, que es más bien al final del cuento, pero yo le hago tragarse toda la canción hasta que llegamos allí. Vivo al límite, ¿verdad?

Los instrumentos del mundo, de Timunmas

9- Los cuentos nos ayudan a entender el mundo que nos rodea. Desde que nacen, los bebés van poco a poco descubriendo el mundo. Todo para ellos es un aprendizaje. A través de los cuentos podemos enseñarles cómo somos las personas, qué costumbres tenemos, dónde vivimos, qué música escuchamos, qué comemos, cómo es nuestro cuerpo, qué son los animales y qué hacen... En definitiva, cualquier cosa que forme parte de la vida -o de la fantasía- puede aparecer en un cuento.

Y lo mismo pasa al revés: en la vida diaria con nuestro bebé, pueden suceder cosas que están en los cuentos, y si se lo recuerdas, le llamará mucho la atención. Cuando vemos a alguien tocando el violín o la trompeta por la calle, le explico a Vera que está tocando el violín, como en su cuento de "Violín"; cuando fuimos a una granja a ver vacas y gallinas, le expliqué que también eran como las de su cuento de "Cucú-Trás"; cuando ve a su padre afeitarse por las mañanas, él le dice que es como en su cuento de "Buenos días"; cuando vemos la luna por las noches, también le digo que es como la de su cuento; y cuando vemos una pompa de jabón, cantamos la canción de Pompa... en fin, mil y una situaciones. Y esto es un recurso fantástico, por ejemplo, para prever cosas que van a pasar, acontecimientos a los que el niño se va a enfrentar y que le serán más familiares y fáciles de asimilar si ya los ha vivido a través de un cuento, como, yo que sé, ir al colegio por primera vez, mudarse de casa o tener un hermanito, por poner algún ejemplo. Y otra cosa que tampoco hay que despreciar es el tema de la transmisión de valores. Cuentos que hablen sobre la empatía, la generosidad, la alegría, y por qué no, la soledad, la tristeza o la avaricia le servirán al niño para entender mejor sus emociones, la de los demás, y en definitiva, para poder desenvolverse en la sociedad.

Violín, de Kalandraka

10- El vínculo. Y dejo para el final el plato fuerte, mi punto favorito, el que abarca todos los demás y por el que, en realidad, renunciaría a todos los anteriores. Trabajar la expresión corporal o la motricidad fina está bien. Que tu bebé aprenda palabras está genial, y que se agudice su memoria, también. Pero para mí, todo eso, aunque es importante, es secundario. Fundamentalmente, me gusta leerle cuentos a Vera porque es un momento entre ella y yo. Un espacio de tiempo en el que todo se para y estamos las dos disfrutando la una de la otra, pasándonoslo bien y creando recuerdos. Contarle cuentos a Vera es, para mí, una de las varias formas que tengo de decirle lo mucho que me gusta estar con ella, cuidarla e intentar hacerla feliz. Y paro ya porque puedo ponerme muy intensa y tampoco es plan.

Sin más, hasta aquí por hoy, espero que os haya sido útil y os recuerdo que en mi cuenta de Instagram de tanto en tanto enseño alguno de nuestros cuentos utilizando el hashtag #loscuentosdevera.

Ahora sí que sí, adiós. ¡Gracias por leer!

Un abrazo,

Clara.


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Comentarios

  1. Hola,

    me encanta que hayas escrito sobre este tema.

    No sé qué nos pasa con esa manía de esperar... ¿esperar a qué?! El bebé está encantado de que les contemos cuentos, no hace falta que entiendan lo que les decimos, escuchar nuestra voz y oírnos hablar les atrae!

    Yo al mío le leí con 5 días un libro que nos regalaron en el ayuntamiento cuando le empadronamos. Me hizo gracia... y estuvo bien atento!

    La verdad es que si no lo ves no lo crees. Es mágico lo que ocurre cuando estás con tu bebé y le enseñas a descubrir los cuentos.

    Muchas gracias por compartir!

    Cristina.

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    1. Hola Cristina! Me encanta que te guste que haya escrito sobre este tema jajajaja , la verdad es que a mí me fascina! Y qué crack tú leyéndole un cuento a tu hijo con 5 días.... muy fan!

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    2. Jeje flipadas de una que piensa todo el día en estas cosas, pero que funcionan!!

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