Reseña "El árbol de la escuela": la importancia de cuidar

¡Hola! ¿Cómo estáis?

Hoy vengo a hablaros sobre, sorpresa, un cuento. No os lo esperábais, ¿eh? Y lo hago por esta vía para poder hacerlo de una forma un poco más pausada y extensa de lo que suelo hacerlo en IG. Hace unas semanas hice mi primera reseña "larga" por aquí, y cuando se dé la alineación espacio temporal de encontrar un cuento lo suficientemente especial para ello + tener el tiempo para sentarme a escribir, he decidido que iré haciéndolo.

Pues bien, hoy os traigo un cuento de la editorial Kalandraka publicado en el año 2016, o sea, que no es ninguna novedad editorial. A simple vista, además, es un cuento de lo más anodino, un álbum ilustrado como cualquier otro. Pero cuando te pones a leerlo, la historia te cautiva. Porque además, tiene muchas aristas y toca bastantes temas que pienso que merecen mucho la pena tratar con niños.

Ya sabéis, porque lo he dicho muchas veces, y si no lo sabéis os lo repito, que no me gustan nada los "cuentos para aprender a". A mí me gusta cuando un cuento habla de valores -partiendo de la base de que TODOS los cuentos hablan de valores, porque un cuento, aunque hable de flores y pajaritos, es un valor en sí mismo, ya que leer es un placer y una suerte y ese, sencillamente ese, es su valor - pero lo hace de manera transversal, no de manera tan explícita.

Por ejemplo, en el cuento del que hoy os quiero hablar, El árbol de la escuela, se podría decir que el tema central -aunque tiene varios- podría ser el cuidado del medio ambiente. Con lo cual, el libro podría haberse llamado "Pedro cuida el medio ambiente". Pero automáticamente esto se habría convertido en un cuento que me habría parecido muy poco atractivo, la verdad.

EN FIN, y tras esta Biblia, vamos con el cuento. Como os decía, El árbol de la escuela habla de la importancia de cuidar el medio ambiente y lo que nos rodea. Pero, en realidad, habla de eso y de muchas cosas más. 

Os cuento: Pedro es un niño que, como casi todos los niños, va al colegio. En el patio de su colegio, hay un árbol, ¡solamente uno! (esto le llama mucho la atención a Vera, porque su cole está lleno de árboles), y que encima está fatal el pobre, muy descuidado, casi como sin vida. Aún así, a Pedro le gusta mucho, y siempre se fija en él. Pedro cree en él. Y poco a poco, empieza a cuidarlo. Se trata, desde mi punto de vista, de una analogía muy adecuada entre el potencial de un niño y el de la naturaleza, ya que todo sucede en un colegio: los niños, como los árboles, si se cree en ellos, si se les cuida, si desde la escuela se les deja SER, florecen, crecen, dan frutos, aún cuando parezcan árboles sin hojas en los que nadie se ha fijado y nadie se ha molestado en cuidar. Y es que no hay nada como decirle a un niño: yo creo en tí.

Como decía, Pedro empieza a cuidar el árbol. Y rápidamente, sus cuidados van dando frutos. Y este es, para mí, otro de los grandes mensajes del libro: las cosas que nos importan -aquí se personaliza en la naturaleza, pero es extensible a muchas más cosas- hay que cuidarlas. Y cuidar es importantísimo, cuidar ese esencial, y sin cuidados nuestra sociedad no se sostiene. La infancia tampoco. Porque cuidar es querer, y el amor es la fuerza más poderosa que existe. Y esto lo digo sin ninguna intención cursi, sencillamente porque pienso que cuando amamos algo, ponemos toda nuestra pasión en ello, y el entusiasmo y la pasión se contagian. Y en este mundo que es a veces tan desalentador, necesitamos a personas como Pedro, que nos recuerden lo bonito que es entusiasmarse por algo


Y aquí tenemos otra de las claves del cuento: Pedro cree tanto en lo que hace, está tan convencido de su causa, la vive con tantas ganas a pesar de que las propias "autoridades" del centro -su profesora- le dicen que ceje en su empeño (me encanta también cómo introduce esa necesaria dosis de cuestionamiento a la autoridad y al orden establecido que creo que debe también debe posarse en la mente de todo niño), que ese ímpetu y motivación, al final, les llega a todos. Porque sí, rectificar es de sabios y los niños tienen mucho que enseñarnos a los adultos. Y eliminar esa arrogancia adulta a la hora de mirar a los niños es también imprescindible.

Además de todo esto, El árbol de la escuela también no enseña que compartir nos hace felices (cuando el árbol da una semilla, todos los niños deciden que, en lugar de quedársela, es mejor compartirla con los niños de otro colegio que no tengan ningún árbol en su centro), que la escuela debe estar, por favor, conectada con la naturaleza, y en definitiva, que la infancia, la educación y el planeta son nuestro presente y futuro, nuestra esperanza y única salvación.

Sin más, esto es lo que os quería decir hoy. Perdonad y el tocho y, como siempre, gracias por leer. 

Un abrazo y, luchemos por una escuela viva, resiliente y justa.

Clara.

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