El cubo Pikler

Hoy vengo con un post de esos que me entusiasman. No sabéis lo contenta que estoy de que este artilugio, y toda la pedagogía y filosofía que tiene detrás, hayan llegado a nuestras vidas.

El movimiento libre

Os cuento un poco cómo surgió todo. Un día, dando vueltas por Instagram, en las publicaciones sugeridas me apareció un mueble. No recuerdo cuál y tampoco recuerdo la cuenta, pero sí recuerdo que una cosa llevó a la otra, como siempre pasa en Internet, y a los pocos minutos estaba leyendo quién era Emmi Pikler y en qué consistía la teoría del movimiento libre que ideó. 

Por haceros un resumen básico de cuál fue la obra de esta visionaria e influyente pediatra austríaca cuyos postulados siguen vigentes a día de hoy, deciros que a grandes rasgos se basa en concebir al niño como un ser capaz y autónomo que puede hacer las cosas por sí mismo si se encuentra dentro de un ambiente seguro. 

Pikler acuñó el concepto del “movimiento libre”, que básicamente consistente en dejar que el bebé se mueva a su aire, sin intervención del adulto. Esto es, sin abusar de elementos que “retienen” al niño, como el parque o la hamaquita. Esta corriente implica también que no se fuerza al bebé a adoptar ninguna postura concreta, ni se le coloca artificialmente en ninguna posición a la que no haya llegado por sí mismo. Esto es, no se hacen cosas como sentar al niño para que “se acostumbre a estar sentado” (me oís aplaudir??). Y es que Pikler concebía el desarrollo motor de los bebés como un proceso madurativo que no necesitaba de enseñanza, sino que iba surgiendo a medida que el bebé estaba preparado para dar el siguiente paso. 

Este es un resumen muy resumido de sus ideas, pero podéis profundizar más sobre el tema en su libro Moverse en Libertad. Yo lo estoy leyendo a ratos cuando puedo, aunque es algo denso.

Los muebles Pikler

El caso es que en todo el universo Pikler destacan unos muebles que intentan potenciar todo ese movimiento libre del que hablamos. Están ideados para acompañar al niño en su proceso de descubrir el mundo, buscando ser un apoyo para cada etapa motriz, y fomentando esa autonomía y libertad de movimiento que tanto necesitan.

Total, que investigando descubrí que de todos los muebles Pikler que se han diseñado hasta la fecha (podéis mirar en Internet, hay muchas páginas) había uno que era absolutamente perfecto para el momento del desarrollo que desde hace unas semanas está atravesando Vera: el cubo Pikler.

Hace meses que Vera repta a la velocidad del sonido (aún no gatea, por momentos parece que se va a animar pero no termina de hacerlo, espero que no se salte esa fase), desde hace tres semanas o así se sienta sola y desde hace una se pone de pie. Se pone de pie TODO el rato. Es lo que más le gusta y no para de hacerlo. Aprovecha cualquier objeto con la altura suficiente para incorporarse apoyándose en él. Además, últimamente, cuando estamos jugando en su suelo de goma, lo que más le divierte es trepar. Treparme a mí, pasar por encima mío, atravesar mis piernas de un lado a otro, las de su padre o las de quien haya a su alcance.


Fue así como llegué a la conclusión de que, de todos los muebles Pikler, el cubo era el idóneo para ella en este momento. Y es que eso es esencial: los muebles Pikler son muy chulos pero no hay que ofrecerlos sin más, hay que esperar el momento adecuado para utilizarlos. Una vez que los use ya formarán parte de su vida durante mucho tiempo, porque las posibilidades van evolucionando con ellos, pero no hay que apresurarse y dárselo antes de que el cuerpo se lo pida.

Respecto al cubo en sí mismo, como veis, en lugar de tener seis caras, tiene cinco: dos con un agujero para que el bebé pase de un lado a otro, a modo de túnel, otras dos con barras para que el bebé se agarre a ellas para ponerse de pie (más tarde escalará a través de ellas para sentarse en la parte de arriba), y una cara superior que sería el “techo”. Cada cara tiene 50 cm x 50 cm.

Como os he dicho, por el momento motriz por el que está atravesando Vera, el cubo Pikler no podría ser más adecuado: lo usa principalmente para ponerse de pie, y dar golpes sobre el techo mientras grita de alegría. De vez en cuando, si le apetece, atraviesa el túnel, y en los pocos días que lleva utilizando he notado cómo ha ido perfeccionando la técnica de subir y bajar las piernas para entrar en los agujeros, que no es fácil.

Así que nada, en casa estamos contentísimos con este invento, que muchos os preguntaréis de dónde ha salido. Si googleais “cubo pikler” os salen varias marcas que los hacen, normalmente por encargo. Suelen ser muebles artesanales hechos a mano y con productos ecológicos, de una calidad muy buena. El problema muchas veces (como todo lo que tiene el apellido “Pikler”, “Montessori” o “Waldorf”, para qué nos vamos a engañar) es su precio. Prácticamente todos los que vi superaban los 100 €. Y aunque en su momento me parecía caro (aunque más tarde he entendido que no lo es, porque primero, la materia prima -madera de pino- es cara y el trabajo que llevan detrás es importante), el concepto me gustó tanto que estaba dispuesta a comprarlo.

Sin embargo, cuando le comenté la idea al abuelo de Vera, al que el término “manitas” se le queda corto, él pensó que en lugar de comprarlo, mejor lo hacía él. Y aquí lo tenéis. Un cubo Pikler perfecto hecho en dos tardes. Y a mí no podría gustarme más. Primero por el producto en sí, y segundo porque es algo hecho especialmente de su abuelo para ella. Es una historia que estoy deseando contarle. 

Os explicaría el paso a paso de cómo se hace por si os animáis a ello, pero sinceramente creo que esto está al alcance de muy pocos, así que yo que vosotros, si os gusta la idea, compraría uno, porque no todos tenemos la suerte de tener un Illo (así es como le llaman sus nietos) en casa. Al fin y al cabo, yo pensaba comprarlo antes de que nuestro carpintero particular se ofreciera a fabricarlo él mismo. No enlazo ninguna web específica porque hay varias pero yo no he probado ninguna, aunque vi varias marcas que tenían muy buena pinta.

Pues hasta aquí el post de hoy. Espero que os haya gustado y hayáis descubierto, como yo hice en su día, cosas interesantes. Toda la filosofía de Pikler es de lo más interesante y tenemos mucha suerte de que sus postulados se estén poniendo más de moda, pienso yo. 

Así que nada, a ver si os animáis a haceros con un cubo Pikler. Os aseguro que vuestro bebé os lo agradecerá.

Un abrazo, y como siempre, gracias por leer.

Clara. 



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